Tlaskamati

lunes, 27 de abril de 2009

La zahúrda del miedo



En la zahúrda del miedo Vivian unos marranitos, uno con rabo mocho y de espalda pelada, con lentes transparentes, como dicen en el pueblo; cuinito. Trompudo con hocico pronunciado y ya que no figuraba en el estándar de clases de los chachos, los malosos le pusieron: el espurio.

El otro era un vecino de la cerca del chiquero de a lado, que a pesar de ser de color negro y de corpulencia propia de los chachos de granja. Destacaba más por las expectativas que había generado, debido a su gran simpatía; características que habían desatado grandes esperanzas en el chiquero vecino: creador del marketing del miedo.

El espurio contaba con dos marranas demasiado mañosas! Que obedecían por conveniencia al cuino que había llegado a ser comandante máximo del otate presidencial. A pesar de que el mundo no pasaba por muy buenos momentos estos chachos tuvieron una reunión secreta.

La población no supo nada, solo que se habían autorizado 47 mil millones de granos de maíz como préstamo para que el cuino utilizara en caso de contingencias, es decir; para cuando le diera más hambre. Una mañana así como así las dos marranas gordiflonas que más gritaban en los alrededores, poseedoras del monopolio de difusión. Despertaron a la población con una tremenda noticia: debido a la copulación de alianzas! Le advertimos a la población que tomen medidas precautorias, pues existe un virus que genera ignorancia y provoca gripe de marranos.

La población cundió en pánico! No era para menos! Las dos marranas especialistas en influir en la población psicológicamente, atiborraba de información hablando de cifras ascendentes que no ascendían; pero que el mundo tomaba en cuenta con suma atención. El mundo era Zahurdos Unidos y La madre Patria, fieles puntales del cuino trompudo. Jefes supremos de intereses de marketing.

De cualquier manera los dos marranitos traviesos debían de seguir realizando sus funciones de salvaguardas de sus chiqueros del miedo, propios de películas de Hollywood; siguiendo claro, las ordenes de sus respectivos patrones fácticos. Y así terminar pronto gritando en la paila de los chicharrones: siento miedo! Miedo! Y las dos marranas gritonas suspendían programas y hacían cuentas de las “perdidas”. Aunque les aseguro que no por mucho tiempo!

Pues la población no creía que en la zahúrda del miedo, el tapatrompas sea sinónimo literario de la claudicación de la protesta, de la venda de la realidad, de la superposición de los problemas, de la claudicación de la memoria y del olvido a cambio; de la zahúrda del miedo.


Nota: Una disculpa a esos chachos de mi infancia, tan sabrosos y tan nobles; por la analogía.

DOROPEATON

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