Tlaskamati

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Mi padre es un campesino nahuatlaca.



He hablado mucho con él a últimas fechas. Viejos nos hacemos todos, él y yo no somos la excepción y volteamos la mirada para descubrirnos como pares.

De entre las pláticas, además del amor que nos tenemos, surge siempre el tema al que me he dedicado los últimos años, es decir, investigar, intentar hacer medios de comunicación y meter el tema indígena en los que son masivos. Él se ríe de mi, dice que eso nunca va a pasar de llamarada de petate yo sólo sonrío para él, aunque dentro de mi conservo la esperanza.

Una de nuestras pláticas últimas se refería al maíz, alimento sustancial para nuestro pueblo. Le dije que ahora el gobierno ya dio permiso para que se pueda modificar genéticamente. Intrigado me preguntó que qué era eso. Pues, los científicos van a buscar la manera de mejorarlo, semillas que sirvan mejor para los distintos climas de México, cuál es mejor para hacer palomitas, para el pozole y los tamales.

Entonces don Berna como le digo me cautivó, como suele hacerlo a últimas fechas, con su risa al decirme: Ah que los científicos, siempre queriendo apropiarse de lo que ya está conocido. Si quieren saber cuál maíz es el bueno pal tamal que le pregunten a tu mamá (la nostalgia puesta al servicio del recuerdo, mi madre murió hace una tercia de años), si quieren saber cuál maíz se siembra para cuando hay seca o mucha lluvia que me pregunten a mi.

Yo me quedé pensando que tiene razón pero no me dejo pensar mucho. Me siguió diciendo. Que sus abuelos ya sabían, que no hace falta meterle químicos, que el maíz nace junto a la playa y en las alturas junto al café, que lo mismo hace tesguino que sende, que hay que saber escoger qué grano para cuál atole, que hay que saber cantarle, porque, me dice, al maíz se le canta, se le pide, de ahí hicieron al hombre y a la mujer, que por eso tienen los colores de los hombres, que hay como cincuenta especies y de ahí se hacen infinidad de tamales para distintas ocasiones. Tamal para muertos con ajonjolí, tamal con frijol silvestre y cilantro, Zacahuil grande para fiesta grande, chabacanes para el lonche de los pobres.

Masa para el ataud porque, me dice, a la mujer que mató mucho pollo le va a hacer falta para cuando pase por el Mictlán, les va a tener que dar de comer porque si no la van a picotear…y entonces que se acuerda de mi mamá y que se le empieza a hacer agua el ojo y que me dice, ya ves lo que significa para mi el maíz, ya hasta me hiciste llorar. Y se puso a llorar por el maíz y yo me quedé pensando que sí, que lo que está en juego al momento de meterle mano al maíz es lo que significa para el grupo que lo domesticó, que lo colmó de mitos otorgándole un valor cultural a su gran descubrimiento científico.


El maíz es pues de los pueblos indios, siendo de ellos su mayor aportación.


Tlaskamati miak ti mo melauan pan kaxtoli tonati xij kaua ma kueponi mo tlajtol.

Mardonio Carballo

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