Tlaskamati

domingo, 12 de diciembre de 2010

Julian Assange, No maten al mensajero por revelar verdades incómodas

En 1958, el joven Rupert Murdoch, para entonces propietario y editor del australiano The News de Adelaide, escribió: “En la carrera entre el secreto y la verdad, parece inevitable que la verdad siempre triunfará”.

Su observación quizás reflejaba la revelación de su padre, Keith Murdoch, de que tropas australianas estaban siendo sacrificadas innecesariamente por incompetentes comandantes británicos en las playas de Galípoli. Los británicos trataron de callarlo, pero Keith Murdoch no fue silenciado y sus esfuerzos pusieron fin a la desastrosa campaña de Galípoli.

Casi un siglo más tarde, Wikileaks también publica sin miedo hechos que deben ser revelados.

Crecí en una ciudad rural de Queensland, donde la gente decía su opinión sin rodeos. Se desconfiaba de los grandes gobiernos, como de algo que podría ser corrompido si no se le observaba cuidadosamente. Los días oscuros de la corrupción en el gobierno de Queensland antes de la investigación de Fitzgerald son testimonio de lo que sucede cuando los políticos amordazan los medios que informan la verdad.

Estos recuerdos se han quedado conmigo. Wikileaks fue creada en torno a estos valores fundamentales. La idea, concebida en Australia, era utilizar las tecnologías de internet como nuevas formas de informar la verdad.

Wikileaks acuñó un nuevo tipo de periodismo: el científico. Trabajamos con otros medios de comunicación para traer las noticias a la gente, pero también para demostrar que son veraces. El periodismo científico le permite leer una noticia, luego hacer click en línea para ver el documento original en el que se basa. De esa manera, usted puede juzgar por sí mismo: ¿es verdadera la historia? ¿El periodista reportó con precisión?

Las sociedades democráticas necesitan medios de comunicación fuertes y Wikileaks es parte de dichos medios. Los medios de comunicación ayudan a mantener la honestidad de los gobiernos. Wikileaks ha revelado algunas verdades sobre las guerras de Irak y Afganistán, y ha publicado primicias sobre la corrupción corporativa.

La gente ha dicho que soy antiguerra: para que quede claro, no lo soy. A veces, las naciones necesitan ir a la guerra, y hay guerras justas. Pero no hay nada más equivocado que un gobierno que miente a su población acerca de las guerras; a continuación pide a esos mismos ciudadanos poner sus vidas y sus impuestos para costear esas mentiras. Si la guerra está justificada, entonces digan la verdad y el pueblo decidirá si la apoya.

Si usted ha leído en alguno de los diarios las notas de la guerra en Afganistán o en Irak, alguno de los cables de diplomáticos de Estados Unidos o cualquiera de las historias sobre las que Wikileaks ha informado, considere lo importante que es para todos los medios de comunicación poder informar sobre estos temas libremente.

Wikileaks no es la única publicación que ha revelado los cables diplomáticos estadunidenses. Otros medios de comunicación, incluyendo The Guardian, The New York Times, El País y Der Spiegel, también lo han hecho.

Sin embargo, es Wikileaks, como coordinador de estos otros grupos, la que ha recibido los ataques y acusaciones más violentos del gobierno estadunidense y sus acólitos. He sido acusado de traición a la patria, a pesar de que soy un australiano, no un ciudadano de Estados Unidos. Ha habido decenas de llamadas serias en ese país para que yo sea “liquidado” por las fuerzas especiales estadunidenses. Sarah Palin dice que debo ser cazado como Osama bin Laden; un proyecto de ley republicano, que espera en el Senado de Estados Unidos, pretende declararme una “amenaza trasnacional” y que se me trate en consecuencia. Un asesor de la oficina del primer ministro canadiense ha pedido en la televisión nacional que yo sea asesinado. Un bloguero estadunidense ha pedido que mi hijo de 20 años de edad, aquí en Australia, sea secuestrado y herido nada más y nada menos que para llegar a mí.

Y los australianos deben observar, sin ningún orgullo, la vergonzosa complacencia hacia estas expresiones por parte de la primera ministra de Australia, Julia Gillard, y la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, quienes no han manifestado ni una palabra de crítica en contra de los otros medios de comunicación. Esto se debe a que The Guardian, The New York Times y Der Spiegel son antiguos y grandes, mientras que Wikileaks es aún joven y pequeña.

Somos los de abajo (underdogs). El gobierno de Gillard está tratando de matar al mensajero porque no quiere que la verdad sea revelada, incluyendo información sobre sus propias relaciones diplomáticas y políticas.

¿Ha habido alguna respuesta por parte del gobierno australiano a las numerosas amenazas públicas de violencia contra mí y el personal de Wikileaks? Uno podría haber pensado que un primer ministro de Australia estaría defendiendo a sus ciudadanos contra semejantes cosas, pero sólo ha habido afirmaciones de ilegalidad totalmente sin fundamento. La primera ministra y, especialmente, el fiscal general están obligados a cumplir sus funciones con dignidad y por encima de la refriega. Tenga por seguro que estos dos quieren salvar sus propios pellejos. No lo lograrán.

Cada vez que Wikileaks publica la verdad sobre los abusos cometidos por las agencias de Estados Unidos, los políticos australianos cantan un coro demostrablemente falso, acompañando al Departamento de Estado: “¡Pondrás en riesgo vidas! ¡Seguridad nacional! ¡Se pondrán en peligro las tropas!”. Luego dicen que no hay nada de importancia en lo que Wikileaks publica. No pueden ser ciertas ambas cosas. ¿Cuál es?

No es ninguna. Wikileaks tiene una historia editorial de cuatro años. Durante ese tiempo, hemos cambiado gobiernos enteros, pero ni una sola persona, que se sepa, ha sido dañada. Sin embargo, Estados Unidos, con la complicidad del gobierno australiano, ha matado a miles de personas tan sólo en los últimos meses.

El secretario de Defensa estadunidense, Robert Gates, admitió, en una carta al Congreso, que ninguna fuente de inteligencia o métodos importantes habían sido comprometidos por la publicación de los diarios de la guerra en Afganistán. El Pentágono afirmó que no había evidencia de que los reportes de Wikileaks hubieran causado daño a nadie en Afganistán. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Kabul dijo a CNN que no pudo encontrar una sola persona que necesitara protección. El Departamento de Defensa australiano dijo lo mismo. Ningún soldado ni fuente australianas han sido perjudicados por todo lo que hemos publicado.

Nuestras publicaciones están lejos de ser insignificantes. Los cables de diplomáticos estadunidenses revelan algunos datos alarmantes:

Estados Unidos ha pedido a sus diplomáticos robar material y datos personales e información de funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de grupos de derechos humanos, incluyendo el ADN, huellas digitales, escaneos de iris, números de tarjetas de crédito, contraseñas de internet y fotos de carné, en violación de tratados internacionales. Presumiblemente, los diplomáticos australianos en la ONU podrían ser objeto también de este espionaje.

El rey Abdullah de Arabia Saudita pidió a los funcionarios de Estados Unidos en Jordania y Bahréin que el programa nuclear iraní sea detenido por cualquier medio disponible.

La investigación británica sobre la guerra en Irak fue amañada para proteger “los intereses de Estados Unidos”.

Suecia es un miembro encubierto de la OTAN; el intercambio de inteligencia que hace con Estados Unidos se le oculta al Parlamento.

Estados Unidos está presionando para hacer que otros países reciban a los liberados de la prisión de Bahía de Guantánamo. Barack Obama aceptó reunirse con el presidente de Eslovenia, sólo si Eslovenia recibía un prisionero. A nuestro vecino del Pacífico, Kiribati, se le ofrecieron millones de dólares para aceptar detenidos.

En su histórico fallo en el caso de los papeles del Pentágono, la Corte Suprema de Estados Unidos dijo que sólo una prensa libre y sin restricciones puede exponer efectivamente los engaños del gobierno. La tormenta desatada alrededor de Wikileaks hoy refuerza la necesidad de defender el derecho de todos los medios de comunicación a revelar la verdad.



*Publicado por The Australian el 7 de diciembre de 2010

**Periodista, programador y activista por el derecho a la información; director de Wikileaks


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