Tlaskamati

lunes, 31 de enero de 2011

Aristegui - Los Hijos De Padres Desaparecidos

¿Existen las Twitterrevoluciones?...menos con Wikileaks

Túnez. Egipto. Y antes, Moldavia e Irán. Si en el pasado las grandes movilizaciones sociales tenían nombre de flores o de días del calendario, ahora a todas les cae el apodo de "revolución de internet", "de Twitter", "de Facebook", o de "las redes sociales". Cuando en el titular cabe "la primera", mejor aún, aunque ya hace dos años que un twitt de la veinteañera Natalia Morar desencadenó la gran protesta contra el gobierno comunista moldavo. También fue en 2009 cuando la foto de Neda (en realidad un frame congelado de un vídeo colgado en YouTube) sirvió de llama y símbolo dentro y fuera de las redes en la revuelta contra los ayatolas.

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Pero ¿han sido de verdad Twitterrevoluciones? ¿Existe eso? La pregunta es un trending de la red y entretiene desde hace meses a los gurús. Se trata, junto a la pregunta de si internet nos está volviendo lerdos neurológicamente hablando, del debate del momento. Creo que en el fondo se encuentra la cuestión, ingenua, compleja y fascinante, de si internet sirve para cambiar el mundo. Los hay optimistas y pesimistas, los que creen que una tecnología sirve como punto de apoyo para moverlo, los que creen que las palancas siempre las tienen los que mandan y los que creen que las herramientas son una consecuencia, no una causa.

Esta vez -argumentan los que defienden el poder de cambio de la red- es distinto: en el hartazgo del pueblo tunecino han tenido que ver las revelaciones de Wikileaks, Anonymous les ha proporcionado apoyo desde todo el mundo y el gobierno Ben Ali, además de encarcelar blogueros, utilizó las redes para suplantar identidades y robar contraseñas en Gmail y Facebook de opositores. En el caso de Egipto -se dice- imaginad si ha sido importante el papel de la red que por primera vez un gobierno ha usado el botón de apagar internet, ese que Estados Unidos está pensando instalar. Ha sido fascinante, explican, el papel de Al-Jazeera, cuya emisión en inglés por internet ha mantenido informados también a los occidentales.

Para entender la evolución del debate hay que echar la vista atrás y fijarse en los gurús de internet. La pelea entre Clay Shirky y Evgeny Morozov es clave porque representa la evolución dos posturas enfrentadas. Shirky es un celebérrimo profesor, autor de la biblia del social media "Here comes Everybody" y defensor del poder de cambio a través de la colaboración que posee internet. Morozov es un investigador bielorruso que últimamente se ha convertido en el máximo exponente del tecno-escepticismo. A finales de 2009 Morozov publicó en la revista Prospect el artículo "Cómo los dictadores nos vigilan en la web", donde defendía la tesis de que la potencia de las redes es mejor aprovechada por los malos que por los ciberdisidentes y ya de paso llamaba a Shirky "el mayor responsable de la confusión intelectual sobre el papel de internet". Shirky le contestó en esa misma revista que no, que internet era bueno para la democracia. Morozov le volvió a responder a cuento de Irán. Shirky volvió a la carga defendiendo que la revuelta iraní había sido conformada por los medios sociales. La pelea aún colea, porque el moldavo acaba de publicar un libro llamado "The Net Delusion" donde desmonta la visión ciber-utópica de la Twitter-revuelta iraní, argumentando que dar por hecho el carácter democrático de la red es contraproducente. Que los regímenes autoritarios utilizan las redes conscientemente como un circo barato con el que tener entretenido al pueblo, una excepcional herramienta de propaganda y una gran forma de mantener identificados a los disidentes y la relación entre ellos.

Tras Túnez, el debate volvió a plantearse en los blogs anglosajones como bien explica GigaOm y estos dos han vuelto a lo suyo. Que si nadie dice que los medios sociales sirvan por sí mismos para cabrear a la gente (Shirky). Que si la gran pregunta es si se hubiera producido la revuelta sin Twitter y Facebook (Morozov).

Otro flanco del debate es el abierto en septiembre del año pasado por el sociólogo escritor y super-gurú Malcom Gladswell, que publicó un artículo en The New Yorker titulado "Small Change: Why the revolution will not be tweeted" contestado por todo internet. En él también da cera a Shirky, diciendo que sí, que gracias a internet se pueden hacer muchas cosas. Pero que la estructura de las redes sociales favorece los lazos débiles, un tipo de lazos muy útiles por ejemplo para la circulación de información. Sin embargo, dice, el activismo es una cosa de lazos fuertes, cercanos y articulados. O sea, que uno no sale a tirar cócteles molotov por el tweet del amigo del amigo de uno que conoce por internet. Por si alguien quiere seguir esta pista, el guante de Gladswell lo recogieron entre otros The Guardian o The New York Times.

Y para complicar aún más la cosa Gladswell y Shirky se han enredado entre sí este mes en Foreign Affairs. Uno le dice al otro que no ha demostrado que los medios sociales fueran cruciales en las últimas protestas: "sólo porque sucedan innovaciones en las tecnologías de la comunicación no significa que estas importen". El otro le responde que sí lo son y que han cambiado la forma de coordinarse en la esfera pública. Entre otros pone como ejemplo los SMS pro Zapatero de 2004, el famoso "pásalo".

Supongo que en el fondo se trata de la misma pregunta que nos planteábamos aquí hace muy poco tras la proliferación de la palabra ciberguerra en los titulares a cuento de Anonymous y Wikileaks. Las guerras de hoy utilizan la tecnología como un arma más, enviando virus informáticos a paralizar centrales eléctricas, pero las guerras siguen siendo guerras, con su sangre y sus soldados y sus países. Las revoluciones de hoy utilizan Twitter y Facebook pero el tipo se lo sigue jugando la gente en la calle. Me atrae la forma de explicarlo del digital francés Owni hace unos días: "Algunos quieren hacernos creer que lo que pasa en Túnez es una revolución de Twitter y Wikileaks. Ese análisis no es sólo insultante para el formidable coraje de los jóvenes tunecinos y de sus mártires. Traduce una época donde el tiempo se reduce y el peso de la historia y de las dinámicas sociales son sistemáticamente borrados".

Después de varios días navegando entre artículos de gurús, siento la tentación de simplificar (como dice Ramón Lobo) y asumir la teoría ciberescéptica que dice que lo único que han cambiado son los canales de comunicación, y que igual que la Revolución Francesa no fue la revolución de la imprenta, las que vemos estos días en los países árabes no son las revoluciones de Twitter. Y que si lo son, lo importante es la revolución, no el medio por el que se consigan. Pero entonces llego a la opinión de mi gurú favorito, el español Manuel Castells, catedrático de Berkeley, que llama en La Vanguardia a la de Túnez "Wikirevolución del jazmín". Y no porque las revelaciones de Assange hayan incendiado las calles, sino porque la estructura social de la revuelta, distribuida y sin centro, le recuerda a un Wiki. Dice también una gran verdad: que las revoluciones son cosa de jóvenes, y los jóvenes usan las redes. "La conexión entre juventud y la cultura de internet está en la raíz del nuevo poder popular: en Túnez, como en muchos países musulmanes, la mitad de la población tiene menos de 25 años".

Y añade: "Obviamente, no es la comunicación la que origina la revuelta. Esta tiene causas profundas en la miseria y la exclusión social de buena parte de la población, en la pantomima de democracia, en el oscurantismo informativo, en el encarcelamiento y tortura de miles de personas, en la transformación de todo un país en la finca de las familias Ben Ali y Trabelsi con el beneplácito de EE.UU., los países europeos y las dictaduras árabes. Pero sin esa nueva forma de comunicación la revolución tunecina no hubiera tenido las mismas características: su espontaneidad, la ausencia de líderes, el protagonismo de estudiantes y profesionales, junto con los políticos de la oposición y los sindicatos jugando un papel de apoyo cuando estaba el proceso en marcha".

Por: Delia Rodríguez

sábado, 29 de enero de 2011

EGIPTO, De lágrimas somos


Antes de que Egipto fuera Egipto, el sol creó el cielo y las aves que lo vuelan y creó el río Nilo y los peces que lo andan y dio vida verde a sus negras orillas, que se poblaron de plantas y de animales. Entonces el sol, el hacedor de la vida, se sentó a contemplar su obra. El sol sintió la profunda respiración del mundo recién nacido, que se abría ante sus ojos, y escuchó sus primeras voces. Tanta hermosura dolía. Las lágrimas del sol cayeron en tierra y se hicieron barro. Y ese barro se hizo gente.

NILO

El Nilo obedecía al faraón. Era él quien abría paso a las inundaciones que devolvían a Egipto, año tras año, su fertilidad asombrosa. Después de la muerte, también: cuando el primer rayo del sol se colaba por una rendija en la tumba del faraón, y le encendía la cara, la tierra daba tres cosechas. Así era. Ya no. De los siete brazos del delta, quedan dos, y de los ciclos sagrados de la fertilidad, que ya no son ciclos ni son sagrados, solamente quedan los antiguos himnos de alabanza al río más largo del mundo: Tú apagas la sed de todos los rebaños. Tú bebes las lágrimas de todos los ojos. ¡Levántate, Nilo, que tu voz retumbe! ¡Que se escuche tu voz!

Espejos
Eduardo Galeano.

Mañana, en Guerrero, ganará Rubén Figueroa


Cómo se llama el partido que mañana ganará las elecciones en Guerrero? PRI. No importa cómo se apellide el candidato que reciba el mayor número de votos. ¿Aguirre o Añorve? Da igual. De todos modos, ninguno de los dos gobernará. El poder seguirá en manos del cacique de los caciques del estado: Rubén Figueroa, cabeza de la familia que domina la entidad desde el sexenio de Luis Echeverría.

Siete años atrás, ante el desgaste político del PRI, los caciques echaron mano de un santurrón, egresado del Tec de Monterrey, que se envolvió en la bandera del PRD y les besó los huaraches, antes de lanzar su candidatura y prometer el siempre anhelado y postergado cambio.....

La última gota

Cuando se escriba la historia del calderonato, los hechos demostrarán que se trató de un golpe de Estado en cámara lenta, de principio a fin, que al parecer se acerca a su clímax con la militarización de la ciudad de México.

Recordemos: Calderón llega al gabinete de Fox como secretario de Energía; va a Estados Unidos y ofrece privatizar Pemex; por medio de Mouriño amarra el apoyo español; comete fraude en las elecciones internas del PAN para arrebatarle la candidatura presidencial a Creel y, haiga sido como haiga sido, llega a Los Pinos.

Declara la guerra al narcotráfico, privatiza y saquea Pemex, saca a las fuerzas armadas a las calles, pierde militarmente numerosas ciudades y carreteras de la frontera norte, del Golfo, del Pacífico y del sur del país; la expansión del narcotráfico es inversamente proporcional a este supuesto combate: las exportaciones de droga desde México llegan a 36 países, el consumo interno de cocaína se duplica en seis años (datos de la Ssa), y la militarización y la paramilitarización avanzan impertérritas, con el aplauso de Estados Unidos, mientras el Estado se desfonda y la vía electoral se pudre.

Ahora, la Marina llega al Distrito Federal y Marcelo Ebrard, atado de manos por sus alianzas con Calderón, mantiene cerrada la boca, al igual que la Asamblea Legislativa. Pero también guarda silencio el gobierno legítimo. Y los ciudadanos. ¿Esta es la respuesta a la campaña No + Sangre? ¿Qué sigue? ¿La primera batalla campal entre militares y paramilitares en Plaza Universidad? Y después, ¿cateos sin orden judicial a domicilios particulares (¿se acuerdan de la ley Gestapo?), secuestros y desapariciones de personas inocentes, represión generalizada y estado de excepción no declarado pero permanente?

Como en el juego del go, el ajedrez chino, después de apoderarse con militares y paramilitares de la mayor parte del país, ahora Calderón viene por el centro del tablero. El próximo 19 de febrero, distintas organizaciones sociales realizarán una movilización que pretenden que sea nacional, para exigir el regreso del Ejército y la Marina a sus cuarteles. Parecerá una obviedad, pero los vasos se desbordan cuando les cae la primera gota de agua que ya no les cabe. ¿Cuándo caerá la nuestra? ¿Cuándo diremos, como el pueblo de Túnez, hasta aquí?

viernes, 28 de enero de 2011

Sonnenfeld filmó demasiado

Kurt Sonnenfeld, exfuncionario del gobierno estadunidense, fue testigo del derrumbe de las Torres Gemelas durante los ataques del 11 de septiembre 2001. Filmó los hechos. Su testimonio desmiente la versión oficial de Washington. Ahora, perseguido en Estados Unidos, está refugiado en un país de América Latina: Argentina

Tomás D’Amico / Red Voltaire

Kurt Sonnenfeld es el único estadunidense que vive refugiado en Argentina. Estuvo preso en su país en 2003 bajo sospecha por la muerte de su mujer, pero la justicia lo declaró inocente. Unos meses después, vino a la ciudad costera de San Bernardo a descansar y acabó en Buenos Aires, donde conoció a Paula, su actual esposa y madre de sus mellizas de cuatro años, Scarlett y Natasha. Desde su partida de Estados Unidos, la embajada de ese país presentó cuatro pedidos de extradición que han sido rechazados por el Estado argentino. En 2004, la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol, por su acrónimo en inglés) lo encarceló ocho meses en el penal de Devoto, pero aquí también se determinó su inocencia.

Sin embargo, la historia de Sonnenfeld va más allá de la causa penal que se le ha abierto: trabajó ocho años para su gobierno y fue el único camarógrafo que filmó el lugar del desastre (Zona Cero) en Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Como testigo directo, concluyó que la explicación oficial no condice con lo que en realidad vio. Debido a la importancia del material, el hombre nunca entregó los videos a las autoridades y, desde ese momento, vive perseguido por los servicios de inteligencia de su país.

Aquella mañana de 2001, Sonnenfeld dormía junto a su mujer Nancy, en su casa en Denver. Cinco minutos después del impacto del primer avión contra la Torre Norte del World Trade Center, lo despertó un llamado telefónico de su jefe.

“Me pidió que prendiera el televisor. Puse CNN y vi que un pequeño avión se había incrustado contra una de las Torres. Era un grave accidente, pero no sobrepasaba la capacidad del Estado para responder. Pero recuerdo que mi jefe me ordenó que fuera a Nueva York y me dijo ‘estamos siendo atacados’.

“La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) ya estaba en Nueva York porque había un simulacro de ataque terrorista preparado para el 12 de septiembre. Yo llegué dos días más tarde. Todo el perímetro estaba cerrado y la zona estaba repleta de carteles que prohibían el uso y la tenencia de cámaras de fotos o filmación. Desde el primer momento, se prohibió el ingreso a los medios de comunicación y mi trabajo era documentar y facilitar imágenes a la prensa. Había una especie de paranoia con las fotografías que se podían tomar en la Zona Cero; la excusa era que se trataba de una escena de crimen, pero yo fui testigo de cómo destruyeron y sacaron la evidencia. Nunca fueron a protegerla. No la necesitaban, porque a los pocos minutos del segundo impacto ya estaban acusando a Osama Bin Laden.

—Como testigo directo, ¿qué cosas le hicieron pensar que el gobierno tuvo responsabilidad en los atentados del 11 de septiembre?

—Primero hay que entender que estaba en un estado de shock. Nunca antes el país había sido atacado de esa manera. Aun así, hubo hechos inexplicables. Inicialmente, el llamado de mi jefe antes del segundo impacto fue algo sospechoso, porque hasta ese momento la televisión decía que se trataba de un accidente y la FEMA sólo actuaba cuando las autoridades locales se veían excedidas. Por otro lado, el World Trade Center estaba compuesto de siete edificios. Lo que sucedió en el número seis aún es un enigma. A la semana de llegar a la Zona Cero, logramos ingresar con miembros de las fuerzas especiales a los pisos subterráneos donde había una cámara de seguridad y, allí dentro, una bóveda. Fuimos los primeros en descubrir el lugar porque no había señales de otros grupos. La bóveda se abría mediante un teclado, pero la puerta ya estaba abierta. Todo estaba oscuro. Ingresamos con linternas a buscar sobrevivientes, pero el cuarto estaba vacío. Sólo encontramos polvo y una pared dañada. Y era imposible que no hubiera nada, porque desde el primer impacto se había cortado el tránsito y se había prohibió el acceso de vehículos. La bóveda tenía un tamaño de 15 por 15 metros, y para vaciarla se habría necesitado al menos un camión grande. Y tras el ataque, no hubieran podido entrar por el daño que sufrió el subterráneo. Es decir, sólo pudo haber sido vaciada con anterioridad.

—¿Qué explicación dio el gobierno?

—Al poco tiempo, la Oficina de la Aduana comunicó que toda la evidencia que había en la bóveda se había perdido. Pero algunos meses después desbarataron una banda de narcotraficantes colombianos y dijeron que había sido gracias a evidencia rescatada milagrosamente de la bóveda. Algo imposible, porque nosotros fuimos los primeros en ingresar. Con los años, me enteré que el fin de semana anterior a los atentados, todo el suministro eléctrico del World Trade Center fue suspendido, incluyendo las cámaras y sistemas de seguridad. Y se conoció que la empresa encargada de la seguridad era Securitech, y su director era Marvin Bush, hermano menor del presidente, y su primo Wirt Walker III.

—¿Qué otras cosas llamaron su atención?

—Según la versión oficial, las cuatro cajas negras se evaporaron por el impacto y el incendio. Es imposible que hayan sido totalmente destruidas. Yo tengo imágenes de fuselaje, ruedas, butacas, gomas, turbinas y muchas otras partes. Las cajas negras fueron construidas para soportar calor, presión debajo del agua y fuertes impactos de fuerza G. A mí me habían avisado que, en caso de la extracción de cajas, yo tenía que grabar ese momento. Una noche me llamaron desde la Zona Cero y sólo escuché “no, no, no”, y me cortaron. Llamé al número y una persona me contestó que se había equivocado, algo que me resultó extraño. Para mí, es poco creíble que no se hayan encontrado, lo mismo que en el Pentágono.

—Además de la caída de ambas torres, el edificio siete, que se hallaba fuera del perímetro del World Trade Center, se derrumbó siete horas más tarde. ¿Qué sabe al respecto?

—La manera en que cayó el edificio es el sueño de las demoliciones controladas. Se derrumbó en un bloque perfecto. Yo tengo imágenes de puestos de comida que estaban sobre la calle y que quedaron intactos. Se desplomaron todos los pisos al mismo tiempo, en sólo 6.5 segundos. Nunca antes en la historia se había caído un edificio de hierro o acero por causa de fuego, y ese día cayeron tres. Lo del edificio siete sólo se explica por una demolición controlada.

—¿Cuál es su teoría de lo que sucedió el 11 de septiembre?

—Por mi experiencia en la Zona Cero y teniendo en cuenta lo que pasó con el edificio siete, el gobierno estadunidense no sólo sabía del ataque y no hizo nada, sino que estoy en condiciones de decir que ayudaron a que sucediera. Ya son varios los integrantes de la Comisión Oficial sobre el 11 de septiembre que dicen que el reporte está repleto de mentiras. Es imposible creer la versión oficial; ya está desechada.

—¿Qué es lo que genera tanta insistencia de Estados Unidos por sus filmaciones?

—En primer lugar, porque no tienen idea de lo que grabé. Luego, temen que yo esté libre, de la situación embarazosa que les puede generar y del peligro que le supone a su política militar. Hace años que Estados Unidos está utilizando la lucha contra el terrorismo como una excusa para expandirse, y si el público en general comienza a darse cuenta que esta guerra ha sido manufacturada y deja de apoyar al gobierno, peligran sus negocios y sus planes a futuro.

Sonnenfeld cuenta que en la madrugada del 1 de enero de 2002, oyó un disparo mientras trabajaba en el estudio de su casa en Denver. Corrió a su habitación y encontró el cuerpo de su primera esposa, Nancy, en el suelo con la cabeza ensangrentada y un revólver a su lado. Relata que llamó al 911. A los pocos minutos, arribó la policía local y un grupo de paramédicos. Al ingresar en su domicilio, tres agentes lo apresaron y golpearon bajo sospecha de homicidio. Permaneció alrededor de siete meses encarcelado, pero la Corte de Colorado falló en su favor y determinó que su mujer se había suicidado. Cuando regresó a su hogar, constató que su computadora personal y muchas cintas de filmación le habían sido confiscadas sin autorización del juez.

—Usted denuncia que fue torturado en la cárcel estadunidense…

—Sí. Luego de apresarme, me llevaron a la celda, y mientras me ahorcaban y me pateaban los testículos, me pusieron una sustancia química en la nariz. Eso con los días empezó a quemar y el dolor se extendió hasta la garganta. Después, me pasaron a la celda de confinamiento, de 2 por 2 metros y sin luz. Fue en enero, en medio de las montañas y en la mitad del invierno. Estaba desnudo con un delantal de hospital y un colchón de vinilo. Había un agujero en el suelo que era el inodoro, pero el botón estaba fuera de la celda, y los guardias lo apretaban por diversión durante la noche para inundar el piso. Estuve 10 días en esa celda. Y gracias a que las quemaduras del líquido en la nariz me provocaron una infección, un vigilante llamó al enfermero y me sacaron de ahí. El hombre me explicó que la infección estaba cerca del cerebro y que podía causarme la muerte.

—¿Cómo logró guardar las cintas del World Trade Center?

—Mi sótano estaba lleno de ellas. Guardé las 29 cintas de GZ en una cajita de maquillaje, dentro del placard enorme que tenía en mi oficina. Estaba en un cesto repleto de piezas de cámaras y videos. Mis vecinos me avisaron que mucha gente ingresó a mi casa sin autorización del juez mientras yo estuve preso. Mi teoría es que buscaron rápidamente y se llevaron lo que encontraron: la computadora, cientos de cintas de trabajos anteriores y demás.

—¿Cómo fue que terminó en Argentina?

—Unos meses después de salir de prisión, mis padres y amigos me recomendaron irme un tiempo a descansar. Uno me dijo que unos parientes suyos tenían un departamento en la costa argentina. Así que decidí irme a San Bernardo por un mes. Salí de Estados Unidos como un hombre libre, con mi pasaporte, mi tarjeta de crédito, con una maleta y el pasaje de vuelta; nunca me escapé como un fugitivo. Aquí conocí a Paula y tuve que empezar una nueva vida.

Luego de una primera reunión de reconocimiento en un bar escondido en una laberíntica galería de la Capital Federal, la pareja acepta realizar la entrevista en su hogar. La mujer confiesa que la ubicación de dicho encuentro responde a su conocimiento del lugar en caso de una emboscada. Lejos de lo que se podría suponer, la familia vive en una humilde casa en el barrio porteño de Barracas. Una garita blindada de color amarillo está plantada en la esquina y vigila los movimientos de la cuadra. El ingreso no presenta mayores dificultades que el incómodo ruido de las múltiples cerraduras y los dos perros que surgen inmediatamente del interior.

El camino hacia el comedor está adornado con fotografías de la familia en distintos lugares de la ciudad. Las marcas de crayón en las paredes, dos globos rosas en el suelo y una bandana turquesa apoyada sobre un sillón revelan la inevitable presencia de las niñas. La pareja comenta que hace pocas semanas decidió reforzar las puertas y ventanas porque el pasado 11 de septiembre, mientras eran entrevistados por dos periodistas en su terraza, un coche con dos personas abordo se detuvo y tomó fotografías de la fachada, la garita y los ingresos. Agregan que, a los pocos días, hicieron la denuncia y redactaron una carta a la prensa en la que advirtieron su temor a un secuestro relámpago.

—¿Cómo se dio su detención aquí?

—En 2004, ofrecí mostrar parte de mis filmaciones a un canal de televisión argentino y me plantearon hacer un programa especial por el tercer aniversario de los atentados. Justo unos días antes de que saliera al aire, aproximadamente 10 agentes de la Interpol llegaron a mi casa con una orden de captura y un documento de dos páginas de la embajada de Estados Unidos que aclaraba que todas mis posesiones, documentos e imágenes serían secuestradas y remitidas a Estados Unidos de forma inmediata. El argumento que nos dieron fue que dos presos habían declarado en mi contra. Lo cierto es que a cambio de lo que hicieron, la justicia les redujo la condena.

—¿Nunca pensó en abandonar su lucha?

—Ése fue el momento más bajo en mi vida: había sido acusado falsamente otra vez y encarcelado dos veces en distintos países. Me habían torturado en Estados Unidos, mi casa había sido confiscada y mi reputación, destruida. Además, estando en Devoto, la embajada estadunidense liberó un rumor de que tanto Paula como yo éramos agentes de la agencia antidrogas estadunidense. Y yo estaba en un pabellón donde el 90 por ciento de las personas habían sido detenidas por algún crimen relacionado con el narcotráfico. Fue un intento de que me mataran en la cárcel. Además, en ese tiempo Paula estaba embarazada; a los cinco meses lo perdimos. Ahí no quise seguir más, quise abandonarlo todo. Pero Paula, que es una gladiadora, siguió luchando y se reunió con el premio nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel y con organizaciones de derechos humanos para hacer pública mi situación. A los siete meses, el juez Daniel Rafecas rechazó la extradición alegando que existían sombras en el caso y que, por lo tanto, en Estados Unidos no recibiría un juicio justo. También porque la justicia argentina no acepta la mera aplicación de la pena de muerte, que es la condena que me espera en mi país si me declaran culpable.

—¿Por qué considera que vive perseguido?

—Bueno. Esto empezó en Estados Unidos. Cuando quedé libre y regresé a mi casa, noté que alguien había violado el sistema de seguridad y que las puertas habían sido forzadas. Lo mismo sucedió cuando me mudé unos meses a una casa en medio de la montaña, a dos horas de allí, donde la entrada también había sido violentada.

“Ya viviendo en Argentina, comprobamos que la línea telefónica estaba intervenida. Recibimos llamadas por teléfono con amenazas y mensajes de texto: “Deja las cosas como están y quizá tengas una vida”. Tenemos seguimientos constantes cuando salimos a la calle y hace un tiempo que nos roban la basura.”

Hasta el momento, el hombre cuenta con el refugio provisorio expedido por la Comisión Nacional de Refugiados. Sonnenfeld explica que, en su condición actual, es imposible tramitar el documento de identidad. De esta manera, comenta lo difícil que resulta conseguir un empleo, ser atendido en un hospital ante un problema de salud o la incertidumbre frente a la detención de un control policial. En respuesta, el pasado 25 de agosto recabó firmas en Plaza de Mayo para que el Estado argentino le ceda el asilo político definitivo.

—¿Qué le sucedió cuando supo que la justicia argentina otorgó el refugio político al chileno Sergio Apablaza Guerra?

—Mi primera reacción fue que si le dieron el asilo a él, ¿por qué no me lo dan a mí? Es positivo, porque la base del rechazo a la extradición fue que en Chile no recibiría un juicio justo y porque tiene mujer e hijos argentinos. Yo cumplo ambas condiciones. Nosotros pedimos el mismo tratamiento que dieron a Apablaza Guerra. No puede suceder que por ser estadunidense, las cosas sean más difíciles.

—Mucha gente pide que sus imágenes de la Zona Cero sean liberadas al público. ¿Qué piensa hacer con el material?

—Hace años que estoy entregando mis imágenes a la prensa seria y a investigadores independientes para que puedan trabajar con ellas. Si no hubiera documentales en marcha, ya lo hubiera puesto en internet. Hay una presión muy grande de la gente que me pide que libere todo, porque confían que me va a dar mayor protección. Yo estoy de acuerdo y ésa siempre fue mi intención. Sólo que pienso en cuál sería la manera más efectiva, y considero que, hasta el momento, lo mejor es un documental realizado por especialistas que expliquen cada imagen. Por otra parte, hay que pensar también en las limitaciones técnicas, económicas y de tiempo que enfrento continuamente junto a mi familia. Al mismo tiempo que peleamos contra la maquinaria destructiva de Estados Unidos, intentamos llevar adelante una vida con los problemas comunes de todas las personas.

—¿Cuál fue la cobertura de los medios de comunicación sobre su caso?

—En Estados Unidos, continúan culpándome y me acusan de drogadicto y alcohólico. Yo trabajaba 40 semanas al año en una ciudad distinta cada semana; estuve en laboratorios, búnkeres de alta seguridad y lugares secretos del gobierno estadunidense. Tuve un trabajo de suma responsabilidad y tenían mucha confianza en mí como para que fuera un drogadicto. Es una estrategia para deshumanizar y desacreditarme. El método que utilizan conmigo es el mismo que usaron para atacar a Irak: presentar documentos fraudulentos y deshumanizar al enemigo.

—¿Cómo analiza su situación a futuro?

—No tengo idea. Cada día es como vivir con una enfermedad terminal: no se sabe si vas a vivir 30 años más o si al día siguiente te van a atacar y vas a morir. Confío en el gobierno y en la justicia, que hasta este punto me han defendido. Reconocieron que sufro una persecución y que los cargos contra mí son injustos. Desconfío del manejo y los movimientos que hace y seguirá haciendo Estados Unidos, y sí me pregunto qué tan agresivos serán en el futuro.

—¿Cómo analiza el presente de la administración de Obama en torno a usted?

—Yo tenía muchas esperanzas de que hubiera un cambio, una transformación cultural. Pero, en realidad, la política sigue igual. Guantánamo sigue funcionando, las guerras en Afganistán e Irak continúan y en este momento hay otra secreta en Pakistán. Las cárceles clandestinas en Europa todavía funcionan y lentamente están militarizando Suramérica. Obama no quiere enjuiciar a las autoridades que torturaron en Irak y tampoco quiere reabrir la investigación por el 11 de septiembre. La política estadunidense es un tren que cambió de conductor, pero que continúa por las mismas vías.

Fuente: Contralínea 217 / 23 de enero de 2011



LA BALADA DEL AÑO NUEVO

En la alcoba muelle, acolchonada y silen­ciosa, apenas se oye la blanda respiración del enfermito. Las cortinas están echadas; la veladora esparce en derredor su luz dis­creta, y la bendita imagen de la Virgen vela a la cabecera de la cama. Bebé está malo, muy malo. . . . Bebé se muere. . . .

El doctor ha auscultado el blanco pecho del enfermo; con sus manos gruesas toma las manecitas diminutas del pobre ángel, y frunciendo el ceño, ve con tristeza al niño y á los padres. Pide un pedazo de papel; se acerca á la mesilla veladora, y con su pluma de oro escribe… escribe.

Sólo se oye en la alcoba, como el pesado revoloteo de un moscardón, el ruido de la pluma, corriendo sobre el papel, blanco y poroso. El niño duerme; no tiene fuerzas para abrir los ojos. Su cara, antes tan halagüeña y sonrosada, está más blanca y transparente que la cera: en sus sienes se perfila la red azulosa de las venas. Sus labios están pálidos, marchitos, despellejados por la enfermedad. Sus manecitas están frías como dos témpanos de hielo. . . .

Bebé está malo. . . . Bebé está muy malo. . . . Bebé se va á morir. . . Clara no llora; ya no tiene lágrimas. Y luego, si llorara, despertaría á su pobre ni­ño. ¿Qué escribirá el doctor? ¡Es la receta! ¡ Ah, si Clara supiera, lo aliviaría en un solo instante! Pues qué, ¿nada se puede contra el mal? ¿No hay medios para salvar una exis­tencia que se apaga? ¡Ah! Sí los hay, sí debe haberlos; Dios es bueno, Dios no quiere el suplicio de las madres; los médicos son tor­pes, son desamorados, poco les importa la honda aflicción de los amantes padres; por eso Bebé no está aliviado aún: por eso Bebé sigue muy malo; por eso Bebé, el pobre Bebé, se va á morir! Y Clara dice con el llanto en los ojos:

— ¡Ah! ¡si yo supiera! La calma insoportable del doctor la irri­ta. ¿Por qué no lo salva? ¿Por qué no le de­vuelve la salud? ¿Por qué no le consagra todas sus vigilias, todos sus afanes, todos sus estudios? ¿Qué, no puede? Pues enton­ces de nada sirve la medicina, es un enga­ño, es un embuste, es una infamia. ¿Qué han hecho tantos hombres, tantos sabios, si no saben ahorrar este dolor al corazón, si no pueden salvar la vida á un niño, á un ser que no ha hecho mal á nadie, que no ofende á ninguno, que es la sonrisa, y es la luz y es el perfume de la casa?

Y el doctor escribe, escribe: ¿Qué medi­cina le mandará? ¿Volverá á martirizar su carne blanca con esos instrumentos espantosos?- No, ya no —dice la madre,— ya no quiero! El hijo de mi alma tuerce sus bracitos se disloca entre esas manos duras que lo aprietan, vuelve los ojos en blanco, llora, llora mucho, ruega, grita, hasta que ya no puede, hasta que la fuerza irresistible del dolor le vence, y se queda en su cuna quieto, sin sentido, y quejándose aún, en voz muy baja, de esos cuchillos, de esas tenazas-de esos garfios que lo martirizan, de esos doctores sin corazón que tasajean su cuerpo, y de su madre, de su pobre madre que lo deja solo. No, ya no quiero, ya no quiero esos suplicios. Me atan a mí también, pero me dejan libres los oídos para que pueda oír sus lágrimas, sus quejas. Lo escucho y no puedo defenderlo: veo que lo están matando y lo consiento.

El niño duerme y el doctor escribe, escribe.— Dios mío, Dios mío, no quieras que se muera: mándame otra pena, otro suplicio: lo merezco. Pero no me lo arranques, no, no te lo lleves. ¿Qué te ha hecho?—Y Clara ahoga sus sollozos, muerde su pañuelo, quiere besarlo y abrazarlo —¡Acaso esas caricias sean las últimas! — pero el pobre enfermito está dormido, y su mamá no quiere que despierte.

Clara lo ve, lo ve constantemente con sus grandes ojos negros y serenos, como si temiera que, al dejar de mirarlo, se volara al cielo. Cuántos estragos ha hecho en él la enfermedad. Sus bracitos rechonchos, hoy están flacos, muy flacos. Ya no se ríen en sus codos aquellos dos hoyuelos tan graciosos, que besaron y acariciaron tantas veces.

Sus ojos - negros como los de su mamá— están agrandados por las ojeras, por esas pálidas violetas de la muerte. Sus cabellos rubios le forman como la aureola de un santito.

¡Dios mío, Dios mío, no quiero que se muera! Bebé tiene cuatro años. Cuando corre parece que se va á caer. Cuando habla, las palabras se empujan y se atropellan en sus labios. Era muy sano: Bebé no tenía nada: Pablo y Clara se miraban en él, y se conta­ban por la noche sus travesuras y sus gra­cias, sin cansarse jamás. Pero una tarde Bebé no quiso corretear por el jardín, sin­tió frío: un dolor agudo se clavó en sus sie­nes y le pidió á su mamá que lo acostara. Bebé se acostó esa tarde y todavía no se le­vanta. Ahí están á los pies de la cama, y esperándole, los botincitos que todavía con­servan en la planta la arena humedecida del jardín.

El doctor ha acabado de escribir, pero no se va. Pues qué, ¿lo ve tan malo? El lacayo corre á la botica.

—¡Doctor, doctor, mi niño va á morirse!

El médico contesta en voz muy baja:

—Cálmese usted, que no despierte el niño.

En ese instante llega Pablo. Hace quince minutos que salió de esa alcoba y le parece un siglo. Ha venido corriendo como un loco. Al torcer la esquina no quiso levantar los ojos, por no ver si el balcón estaba abierto. Llega, mira la cara del doctor, y las manos enclavijadas de la madre; pero se tranqui­liza: el ángel rubio duerme aún en su ca­ma— ¡No se ha ido!--Un minuto después, el niño cambia de postura, abre los ojos poco á poco, y dice con una voz que apenas suena:

— ¡Mamá! ¡Mamá!. . . .

—¿Qué quieres, vida mía? ¿Verdad que estás mejor? ¡ Dime qué sientes! ¡Pobrecito mío! ¡Trae acá tus manilas, voy á calentar­las! Ya te vas á aliviar, alma de mi alma. He mandado encender dos cirios al Santí­simo. La Madre de la Luz ya va á ponerte bueno.

El niño vuelve en derredor sus ojos ne­gros, como pidiendo amparo. Clara lo besa en la frente, en los ojos, en la boca, en to­das partes. ¡Ahora sí puede besarlo! Pero en esa efusión de amor y de ternura, sus ojos, antes tan resecos, se cuajan de lágri­mas, y Clara no sabe ya si besa ó llora.

Algunas lágrimas ardientes caen en la garganta del niño. El enfermito que apenas tiene voz para quejarse, dice:

— ¡Mamá, mamá, no llores!

Clara muerde su pañuelo, los almohado­nes, el colchón de la cunita. Pablo se acer­ca. Es hora ya de que él también lo bese. Le toca ya su turno. El es fuerte, él es hom­bre, él no llora. Y entretanto, el doctor que se ha alejado, revuelve la tisana con la pequeña cucharilla de oro. ¿Qué es el sabio ante la muerte? La molécula de arena que va á cubrir con su oleaje el océano.

Bebé, Bebé, vida mía. Anímate, incor­pórate. Hoy es año nuevo. ¡Ven! Aquí, en tu manecita, están las cosas que yo te fui á comprar en la mañana. El cucurucho de dulces, para cuando te alivies; el aro con que has de corretear en el jardín; la pelota de colores para que juegues en el patio. Todo lo que me has pedido!

Bebé, el pobre Bebé, preso en su cuna, soñaba con el aire libre, con la luz del sol, con la tierra del campo y con las flores en­treabiertas. Por eso pedía no más esos juguetes.

¿Quieres mejor un velocípedo? ¿Sí ..... ? Pero, ¿si te caes? Dame tus manos. ¿Por

qué están frías? ¿Te duele mucho la cabeza? Mira, aquí está la gran casa de campo que me habías pedido. . . .

Los ojos del enfermito se iluminan. Se incorpora un poco, y abraza la gran caja de madera que le ha traído su papá. Vuélvela vista á la mesilla y mira con tristeza el cu­curucho de los dulces.

—Mamá, mamá, yo quiero un dulce..

Clara, que está llorando á los pies de la cama, consulta con los ojos al doctor; éste consiente, y Pablo, descolgando el cucuru­cho, desata los listones y lo ofrece al niño. Bebé toma con sus deditos amarillos una almendra y dice:

— Papá, abre tu boca.

Pablo, el hombre, el fuerte, siente que ya no puede más, besa los dedos que ponen. Esa almendra entre sus labios, y llora, llora mucho.

Bebé vuelve á caer postrado. Sus pies se han enfriado mucho. Clara los aprieta con sus manos, y los besa. Todo inútil! El doc­tor prepara una vasija bien cerrada y llena de agua casi hirviente. La pone en los pies del enfermito. Este ya no habla, ya no mira, ya no se queja; nada más tose, y de cuando en cuando, dice con voz apenas perceptible: — ¡Mamá, mamá, no me dejen solo!

Clara y Pablo lloran, ruegan á Dios, su­plican, mandan á la muerte, se quejan del doctor, enclavijan las manos, se desespe­ran, acarician y besan. Todo en vano! El enfermito ya no habla, ya no mira, ya no se queja; tose, tose. Tuerce los bracitos co­mo si fuera á levantarse, abre los ojos, mira a su padre diciéndole: defiéndeme!.. Vuelve a cerrarlos… ay! Bebé ya no habla, ya no mira, ya no se queja, ya no tose; ya está muerto!.....

Dos niños pasan riendo y cantando por la calle: Mi año Nuevo! Mi año nuevo!

M. Gutiérrez Nájera.

Revista Moderna, Ed. 1905

(A doña Nila, un recuerdo afectuoso!(+))

El ausente


Un debate sobre América Latina donde no se habla del narco ni de la guerra que ha entablado en México y que ha costado la vida a 30.000 personas hasta 2010. Otro sobre Oriente Próximo donde nadie musita ni una sola referencia a las interrumpidas conversaciones de paz y a las filtraciones de Al Jazeera. Una clamorosa y transversal elipsis sobre la revolución democrática que ha empezado en Túnez y amenaza con extenderse por el mundo árabe. Y el detalle final: la ausencia del hombre de moda, el personaje más polémico del año, el australiano misterioso que anunció la mayor filtración de documentos secretos y el mayor cambio en las relaciones y en la diplomacia internacionales de la historia.
Klaus Schwab, el jefe supremo de Davos, hubiera querido invitar a Julian Assange, el jefe de Wikileaks. Nadie que cuente en el mundo queda fuera del ojo del acreditado catalejo con que trabaja el Foro Económico Mundial para pescar a los personajes más de moda del planeta. Pero hay una salvedad: no pueden estar procesados por la justicia. Así fue como en diciembre se anunció que Assange no participaría en la reunión de 2011, contribuyendo así a esa idea de declive que cada año regresa de una forma u otra a Davos.

La nostalgia de quienes vivieron foros pretéritos suele ser más potente que la fuerza de los foros actuales. Pero ninguno de los detalles antes comentados sirve para ilustrar tesis alguna. Las cifras de los participantes, el número y calidad de las conferencias y seminarios, el constante crecimiento del off-Forum (los actos privados organizados por empresas e instituciones) desmienten cualquier idea de decadencia. Sobre todo cuando el planeta entero vuelve a crecer con fuerza, más en su cara oriental, y sólo Europa, y más concretamente su periferia, sigue sin arrancar todavía: hay dinero, personajes y ganas para seguir alimentando la gran hoguera invernal de la globalización.

Tampoco falla por el lado político, siempre de enorme nivel. Lo demuestran la apertura a cargo del presidente ruso Medvedev, las intervenciones de Cameron, Sarkozy y Merkel, las relevantes participaciones de los presidentes de México e Indonesia, Felipe Calderón y Susilo Bambang Yudhoyono, así como la del primer ministro japonés Naoto Kan. Es verdad que cada uno llega a instalar su tenderete y vende la mercancía a su parroquia: el presidente ruso llama a las inversiones extranjeras, asustadas por el terrorismo caucásico y el escaso aprecio del Kremlin por la ley y el derecho; el francés trabaja su imagen de presidente del G8 y del G20, lo que significa presidencia del mundo; o el indonesio la idea, bien seria, de que el incremento de los precios de los alimentos y de las materias primas nos pueden procurar el próximo y grave percance global.

Davos funcionaba de maravilla en los tiempos de la globalización optimista y aparentemente gobernada, entre la guerra fría y la guerra global contra el terror, pero es cierto que con la globalización averiada y la falta de gobernanza actuales, el Foro se convierte en el espejo roto de unas imágenes contradictorias, incapaz de reflejar en sus ángulos muertos muchos de los aspectos más relevantes de la actualidad. Por expresa voluntad de evitar el conflicto, como es el caso Wikilaeks. O por inconsciente lapsus freudiano que conduce a evitar los charcos más difíciles del mundo globalizado, como es el conflicto de Oriente Próximo, tan presente en anteriores ocasiones.

El símbolo en todo caso de esta dificultad para reflejar entera la complejidad contradictoria de la globalización es Julian Assange, curioso personaje al que el director del New York Times describe como un tipo “arrogante, de piel fina, conspirativo y extrañamente crédulo”. No hay lugar a dudas de que hubiera sido el protagonista de esta convocatoria de 2011, por encima de cualquiera de los economistas, los gurús de la tecnología y los grandes banqueros y empresarios. Hasta Davos llegan noticia, al menos, de cuatro libros en preparación dedicados al fenómeno, sin contar el que está escribiendo el propio Assange y cuyos derechos ya ha vendido. En compensación, en el Foro Mundial se habla y se hablará mucho de Assange y de Wikileaks, que han contado incluso con alguna sesión cerrada, sin filtraciones a la prensa, naturalmente.

Lluís Bassets

miércoles, 26 de enero de 2011

Desaparecidos


Guerras, dictaduras, persecución... y unos familiares que siguen buscando a los suyos, a aquellos que siguen viviendo en la memoria. EL PAÍS se suma al MUSAC, el CCCB y La Casa Encendida para presentar simultáneamente este monumental proyecto fotográfico. Haz clic aquí para ver 'Desaparecidos'

El drama de los desaparecidos atraviesa toda mi vida profesional. Es el proyecto más duro al que me he enfrentado y tengo la convicción de que el dolor de las víctimas ha dejado profundas secuelas en mi interior. Podría decir que parte de mi vida también ha desaparecido durante su realización.

Era un joven estudiante de Periodismo en enero de 1983 cuando entré a formar parte de un grupo de adopción de Amnistía Internacional en Barcelona. Su responsable me ofreció encargarme de Centroamérica y me dio dos informes gigantescos sobre las violaciones de los derechos humanos en Guatemala bajo la dictadura del general Efraín Ríos Montt y en El Salvador, que vivía en plena guerra civil.

La lectura de aquellos papeles, repletos de hechos difíciles de imaginar por la mente más retorcida y sádica, cambió radicalmente mi visión del periodismo y me convenció de la necesidad de recorrer este mundo, tan poco amable con millones de personas, con la intención de documentar los dramas humanos.

La primera vez que viajé a Guatemala, en octubre de 1984, quise realizar un reportaje sobre los desaparecidos. El país vivía la etapa más oscura de su sangrienta historia y puedo dar fe de que daba miedo trabajar como periodista y fotógrafo.

La primera vez que viajé a El Salvador en ese mismo mes de octubre sentí algo parecido. El país se enfrentaba a las primeras negociaciones de paz entre el gobierno y los grupos guerrilleros. El sueño del fin de la guerra parecía cercano. Pero la paz se firmó ocho años después, a principios de 1992.

Mi primer reportaje chileno publicado en noviembre de 1986 fue sobre los desaparecidos.

Meses después, en mayo de 1987, publiqué un texto con datos inéditos sobre la llamada Caravana de la Muerte y pronostiqué que "este caso salpicaría un día a Pinochet". Once años después, en octubre de 1998, el ex dictador fue detenido en Londres gracias a una orden cursada por el juez Baltasar Garzón en base a los casos de desaparecidos de la Caravana de la Muerte.

La primera vez que viajé a Perú, en octubre de 1988, me encontré con el horror en Ayacucho. Los militares eran los dueños absolutos de la vida y la muerte.

Un tema tabú

La primera vez que viajé a Colombia, en mayo de 1990, me encontré con que la desaparición forzosa era un tema tabú. Ninguna autoridad política o judicial tenía interés por aclarar los centenares de casos acumulados.

Las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y las guerrillas están implicadas en decenas de miles de desapariciones. La acumulación de pruebas sobre los llamados falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por miembros del ejército) podría provocar el enjuiciamiento del ex presidente Álvaro Uribe. No sería de extrañar que siguiese los pasos del ex presidente peruano Alberto Fujimori, juzgado y encarcelado por varios casos de desapariciones forzosas en su país.

Mi primer viaje a Irak coincidió con la caída del régimen criminal de Sadam Hussein en abril de 2003. Durante seis semanas pude documentar decenas de exhumaciones realizadas por los propios familiares sin ningún tipo de preparación forense. Presencié la apertura de la fosa de Al Mahawil, donde había más de 3.000 cuerpos de desaparecidos. Este proyecto fotográfico comenzó a fortalecerse gracias a las increíbles imágenes tomadas en aquellos días caóticos.

Mi primer viaje a Camboya, en noviembre de 1995, me permitió visitar el campo de exterminio de Tuol Sleng. La antigua escuela estaba vacía porque apenas había turistas en un país todavía golpeado por la guerra. Sus paredes fueron testigos de actos de torturas inimaginables. Dos millares de niños perdieron la vida en el penal.

La cobertura de las diferentes guerra balcánicas entre 1991 y 2000 me permitió enfrentarme al drama de los desaparecidos en la trastienda de la Europa comunitaria. Durante los últimos años he presenciado varias veces los funerales masivos en la localidad bosnia de Potocari que se celebran cada 11 de julio y donde se entierran a las víctimas identificadas de la matanza de Srebrenica.

Hasta hace dos años los desaparecidos españoles no eran un objetivo de este proyecto. El cambio de postura se produjo tras una entrevista realizada por una compañera de la agencia EFE a finales de 2008 coincidiendo con la inauguración de mi exposición Vidas Minadas 10 años en la sede de la UNESCO en París.

Poco antes de finalizarla se interesó por mi siguiente proyecto. Apenas había empezado a explicarle que estaba documentando la tragedia de los desaparecidos cuando me preguntó: "¿En España?" Le contesté que nunca había trabajado en mi país, pero que el proyecto abarcaba casi una decena de países de tres continentes. Me quedé de piedra cuando me lanzó a bocajarro: "Me parece una excusa". Intenté convencerla de la bondad de mi sistema de trabajo, pero ella no dio su brazo a torcer. Al concluir la conversación comencé a darle vueltas como sólo lo hacen las personas obsesivas como yo.

Unos días después empecé a buscar contactos. Me entrevisté con responsables de las agrupaciones de familiares de desaparecidos en León, Madrid, Sevilla, Pamplona, Zaragoza, Barcelona y Tarragona. En pocos meses acumulaba tanta información que decidí incluir España como epílogo del proyecto. Documenté exhumaciones, identificaciones y entregas de restos a los familiares.

Gervasio Sánchez es periodista y fotógrafo. En 2009 ganó el Premio Nacional de Fotografía y un año antes, el Premio Ortega y Gasset de periodismo


GERVASIO SÁNCHEZ


Morir en Villas de Salvárcar




martes, 25 de enero de 2011

Carta de AMLO a Hillary Clinton


Señora Hillary Clinton,

secretaria de Estado de Estados Unidos de Norteamérica:


En las anteriores visitas a nuestro país –el 25 de marzo de 2009 y el 23 de marzo de 2010– le he dado a conocer el punto de vista de muchos mexicanos que no compartimos la forma en que se está enfrentando el grave problema de inseguridad y de violencia que padecemos los mexicanos.

Ahora, de nueva cuenta, le envío esta carta para manifestarle nuestra preocupación no sólo porque la situación ha empeorado, sino porque ustedes han seguido convalidando y reforzando la estrategia fallida aplicada por el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón, orientada únicamente a querer resolver el problema con medidas coercitivas. Es decir, enfrentando la violencia con violencia.

Se quiere olvidar que el estallido de odio y de resentimiento que prevalece en nuestro país se produjo por la política de pillaje impuesta por una minoría rapaz que ha cancelado el futuro de millones de mexicanos y, en especial, que se ha ensañado con los jóvenes.

Los hechos demuestran que el gobierno de México pretende mantener invariable la misma política de elite, sin procurar el crecimiento económico, el bienestar, el fortalecimiento de valores y sin erradicar la corrupción y la impunidad imperantes.

Pero también ustedes insisten en reducir la relación bilateral sólo a los aspectos de seguridad nacional, pensando que con entrenar a nuestros marinos y militares, interviniendo cada vez más en labores de inteligencia, con redadas de migrantes y construyendo muros en la frontera, se van a poder resolver problemas que tienen un origen eminentemente social y económico.

Señora Clinton, con todo respeto, todavía hay tiempo para rectificar. La relación entre nuestras naciones debe darse, fundamentalmente, a partir de la cooperación para el desarrollo. Usted sabe bien que si no hay crecimiento económico y no se generan empleos, no puede haber bienestar ni tampoco tranquilidad social. La paz es fruto de la justicia.

Por ejemplo, un gran viraje en la política que hasta ahora han sostenido con el gobierno de México, sería que ustedes cumplieran el compromiso de campaña del presidente Barack Obama de aprobar una reforma migratoria o, cuando menos, declarar una amnistía temporal para frenar las deportaciones de miles de mexicanos que se han visto obligados a emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Le recuerdo que el año pasado fueron deportados 392 mil compatriotas, cifra que, paradójicamente, es mayor a las registradas durante el gobierno del presidente George W. Bush.

Señora Clinton, como lo expresamos en un escrito dirigido al presidente Obama, queremos que el respeto a la soberanía, la cooperación económica y la solidaridad entre pueblos, sean los principios que rijan la relación entre nuestras naciones.

Este es el mejor camino. Ya quedó demostrado en la época en que gobernó Estados Unidos ese gran estadista, el presidente Franklin Delano Roosevelt, quien supo devolverle la esperanza a su pueblo y, al mismo tiempo, aplicó una política de buena vecindad con los países de América Latina y el Caribe, en particular con México.

Señora Clinton, optar por un mayor intervencionismo, aprovechando la notoria debilidad de Calderón, no conduciría a nada bueno. A menos que ustedes estén pensando en apuntalar a un régimen autoritario que viole los derechos humanos y niegue la posibilidad de construir una auténtica democracia. Si así fuere, con mucha sinceridad y respeto, le decimos que no estamos dispuestos, bajo ninguna circunstancia, a aceptar que México deje de ser un país independiente, libre y soberano y se convierta de nuevo en una colonia o en un protectorado del extranjero.

Como siempre, le deseamos una buena estancia en nuestro país.

Andrés Manuel López Obrador


La fans visitante


lunes, 24 de enero de 2011

Samuel Ruiz(+)


Defensor incansable de pueblos indígenas, medió en el conflicto entre el EZLN y gobierno federal.

La Jornada en línea
Publicado: 24/01/2011 11:07

México, DF. Samuel Ruiz García nació el 3 de noviembre del 1924 en Irapuato, Guanajuato, y falleció este 24 de enero de 2011 en la ciudad de México. Era un obispo católico, defensor incansable de los derechos de los pueblos indígenas de México y de América Latina.

Vivió su infancia en Irapuato, y a sus 13 años se fue al Seminario Diocesano de León. En 1947 fue enviado a Universidad Gregoriana, a estudiar Teología. Ahí fue ordenado sacerdote. En 1954 regresa a León y al poco tiempo es designado rector del seminario.

En 1959 es designado Obispo de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Esta diócesis se caracteriza por su extrema pobreza y por tener una población mayoritariamente indígena. Durante años, Ruiz estableció un sistema de ayuda de la diócesis hacia la población indígena.

Ruiz García prestó su colaboración como mediador en varios conflictos latinoamericanos. En especial cumplió funciones de mediador en el conflicto de Chiapas entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno federal mexicano. Ejerció de obispo en San Cristóbal de las Casas hasta 1999.

En el año 2000 fue distinguido con el Premio Simón Bolívar de la Unesco por su especial compromiso personal y su papel mediador, contribuyendo así a la paz y al respeto de la dignidad de las minorías.

El 2001 recibió el Premio Internacional de Derechos Humanos de Núremberg, por su infatigable defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas de Chiapas, durante más de dos décadas.

Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Iberoamericana.

En abril de 2008 es nombrado por el EPR mediador junto con otros intelectuales mexicanos ante el gobierno federal.

INSOMNE SUEÑO, MENSAJERO

Insomne escucho llover

Falta tu abrazo, faltas

Sueño que se niega a volver…

Escribo mientras sueñas!


A lo lejos un tono responde,

Sugiere, aconseja: empecemos,

A escuchar los latidos del corazón;

A ver quien duerme primero …


Soñemos insomnes, sueños;

Sin sueño en almohada abandonada.

Doropeaton

El FBI interroga a sus anchas a los inmigrantes en territorio de México

Una mujer mira un cartel contra el FBI colocado en la valla de la Embajada de EEUU en México en marzo de 2010.- AFP

Calderón autorizó a los agentes a seguir la pista del terrorismo internacional

El Gobierno de Felipe Calderón permite que la policía norteamericana interrogue directamente a los miles de indocumentados detenidos en México, según los documentos confidenciales del Departamento de Estado. Los sin papeles atraviesan el país rumbo a la frontera con Estados Unidos: 3.326 kilómetros de línea divisoria y diarias entradas ilegales dirigidas por los contrabandistas de personas, los coyotes.

México es un país muy nacionalista donde la intervención de terceros causa fricciones políticas y sociales, pero los cables de los diplomáticos norteamericanos revelan que el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) autorizó que los indocumentados fueran interrogados por el FBI y otras agencias de seguridad a requerimiento de las autoridades norteamericanas, obsesionadas con la posibilidad de que el terrorismo internacional aproveche la porosidad de la frontera para atacar EE UU.

Los sin papeles detenidos son recluidos en centros de detención de inmigrantes antes de su puesta en libertad o deportación a sus países de origen, mayoritariamente en América Central, pero también de otras muchas nacionalidades. Según los documentos, los cuerpos de seguridad norteamericanos implicados en lucha antiterrorista consideran anárquico el funcionamiento de los servicios de inteligencia mexicanos y se muestran irritados por la corrupción institucional. "En lugar de concentrar a los detenidos [inmigrantes indocumentados] en una instalación cerca de la capital, las autoridades migratorias detienen y liberan a los detenidos en el mismo lugar donde los encontraron", lamenta la Embajada en un informe (154291) enviado al subdirector del FBI (Oficina Federal de Investigación) John S. Pistole poco antes de su viaje a México en 2008.

Una frontera peligrosa

No cita el cable el motivo de buena parte de las detenciones: la extorsión de los indocumentados, liberados a cambio de pagos en efectivo o en especie. Las quejas norteamericanas sobre irresponsabilidad policial tuvieron su efecto. "El CISEN, que es nuestro principal interlocutor en la lucha antiterrorista, ha permitido a funcionarios del Gobierno de EE UU entrevistar a los extranjeros detenidos en los diferentes centros de detención desplegados por todo el país para recabar potencial información sobre terrorismo". EE UU considera que la extensión de su frontera sur con México y el escaso control policial ejercido por la policía mexicana sobre el intenso cruce de personas y mercancías lo convierte en un país adecuado para los grupos terroristas dispuestos a lanzar un ataque contra su territorio.

"Un caos rampante, la generalizada corrupción y la incapacidad del Gobierno para combatir esos fenómenos han sido percibidos como unas preocupantes amenazas por quienes buscan en nuestra frontera sur signos de potencial infiltración terrorista", comunica la Embajada al subdirector del FBI. El presidente Calderón, según se precisa, está tomando medidas contra ese desorden, con el despliegue de 40.000 soldados, entre otras medidas, pero su Gobierno "tiene otra mirada" respecto a los asuntos de seguridad que interesan a EE UU. Su ofensiva contra el delito organizado desencadenó "violentas luchas dentro de los carteles, así como ataques a los cuerpos de seguridad y un número récord de muertes relacionadas con el narcotráfico". Más de 15.000 personas perdieron la vida el pasado año en muertes relacionadas con el narcotráfico, casi el doble que en 2009; y entre 2006 y 2009 los diferentes cuerpos policiales detuvieron a 99.115 personas en su cruzada contra las drogas.

El embajador en México, Carlos Pascual, alertó sobre el pobre aprovechamiento de los servicios de inteligencia mexicanos, en un informe (233964) noviembre de 2009 remitido al Departamento de Estado. Cita la desconfianza, los celos y la rivalidad entre los diferentes aparatos de inteligencia nacionales como sus principales vicios. No es la primera vez que la legación diplomática denuncia esa descoordinación pero en esta ocasión constata la falta de interés de altos funcionarios en su erradicación "En una reciente entrevista con funcionarios de la Embajada, el Secretario [ministro] de Defensa, Guillermo Galván, demostró escaso interés en reforzar la cooperación con otras agencias".

Para EE UU es fundamental aunar esfuerzos, pero a la espera de que así sea, pide a México acelerar el paso contra la corrupción y propone la creación de una policía interna para descubrir a los agentes vendidos al delito, y la utilización del polígrafo en las unidades policiales con información y misiones de envergadura. La situación es alarmante puesto que la mafia esquiva frecuentemente a la miríada de organismos que participa en la lucha contra el narcotráfico, entre ellos la Secretaría de Defensa y la Marina, el CISEN y la Secretaria de Seguridad Pública ( ministerio del Interior) junto a la Procuraduría General de la República (Fiscalía General) y la Policía Federal. Los 31 Estados de la República y el Distrito Federal, sede de la capital de México, también cuentan con servicios policiales y de información propios.

Carteles violentos

Por definición, el CISEN debiera auxiliar, coordinar tareas y procesar la información de otras agencias, pero carece de la capacidad para hacerlo, al toparse con los militares. Sin el liderazgo del CISEN, que pugna por conseguirlo, los servicios de inteligencia que persiguen a narcotraficantes, secuestradores, traficantes de armas, personas y dinero rinden cuentan a sus propios jefes, que administran la información a conveniencia o la subastan. Los carteles atrincherados en Chihuahua, Sinaloa y Tamaulipas son especialmente violentos y utilizan cualquier medio para conservar sus feudos.

El presidente Calderón dijo a tres legisladores norteamericanos que está convencido de que los carteles mexicanos "tienen poderosos lazos en EE UU, y un día podrían llegar a usar las agresivas técnicas de aquí contra la policía norteamericana, a menos de que [México y EEUU] triunfen en la lucha común contra el delito" (cable 201431) . Sin entrar en detalles, advirtió que el uso de la tortura y la mutilación demuestra la determinación de los narcotraficantes en la preservación de sus negocios. Calderón aludió a informes sobre un plan de los carteles para derribar su avión con un lanzacohetes, compló publicado en su día por la prensa mexicana.

Las filtraciones de policías corruptos sobre operaciones en marcha y el subdesarrollo del espionaje nacional son mencionados como causa de muchos fracasos. No sorprende pues que la carencia de información de inteligencia obligue, para paliar el fallo, al masivo despliegue de soldados y policías sobre los objetivos a batir. Todo son problemas pues el delito organizado dispone de informantes dentro de los propios organismos de seguridad. "La desconfianza entre (y dentro) de las instituciones del Gobierno mexicano", es uno de los principales problemas, subraya el cable de Pascual, que alude al arduo reto asumido por la Administración mexicana.

El Ministerio de Defensa, por ejemplo, ha constituido unidades de inteligencia sobre los capos de la droga con información y análisis que no comparte con los destacamentos castrenses establecidos sobre el terreno en Ciudad Juárez y otras poblaciones. Los pelotones locales suelen actuar avisados por algún chivatazo, sin servicios de inteligencia profesionalizados, y se acercan al lugar señalado prácticamente a ciegas. Las unidades de inteligencia del Ejército sospechan que comandantes domiciliados en los feudos de las mafias sirven a los narcos a cambio de fuertes sumas

La Fiscalía General y el Ministerio del Interior también dudan de la probidad de su gente en varios estados. "No hay general que resista un cañonazo de 50.000 pesos", suele decirse en México y otros países latinoamericanos. La corrupción es tal que el ex jefe de la Seguridad de Ciudad Juárez fue detenido en Tejas con una tonelada de marihuana en su poder, según reveló el presidente Calderón en otra reunión. Tres meses después del envío al Departamento de Estado del informe diplomático sobre el anárquico funcionamiento de los servicios de inteligencia, Calderón solicitó ayuda a la secretaria de Seguridad Interior norteamericana, Janet Napolitano (cable 249280) , para poner orden en Ciudad Juárez, con un millón y medio de habitantes, ciudad fronteriza convertida en emblema del delito .

El caso de Ciudad Juárez

Concretamente pidió la entrada en liza del Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC), población norteamericana situada frente a Ciudad Juárez, al otro lado del Río Bravo. Napolitano respondió que el EPIC podía identificar los objetivos, pero el despliegue militar y policial, "capaz de supervisar todos los bloques de viviendas" debía corresponder a México. Durante esa reunión, el presidente reconoció que el cartel de Juárez controlaba la ciudad, pero el cartel de Sinaloa llegó más tarde reclamando su parte, lo que condujo a cruentos choques entre las bandas y al reclutamiento de sicarios. Calderón, en su encuentro con legisladores de EE UU relacionados con temas de inteligencia y armamento, reconoció que los arsenales del narcotráfico son poderosos: en sólo dos años, entre 2007 y 2009, fueron incautadas 15.000 armas, incluidos lanzamisiles, fusiles de asalto AK-47 rifles Barrets, para francotiradores, de 50 milímetros, así como otras de grueso calibre. Los carteles las usan para enfrentarse a los Gobiernos locales, intimidar a los policías con su gran capacidad de fuego, y combatir a las bandas rivales. En algunos casos, usaron equipos de visión nocturna y material similar al empleado por el ejército de EE UU.

La corrupción complica gravemente el compromiso personal confesado por Calderón en sus entrevistas con autoridades norteamericanas: acabar su gobierno "dejando atrás una policía, una marina, un ejército y una fiscalía general limpia y creíble. Pero para eso necesita el apoyo de las autoridades locales y gobernadores, y no todos están igual de comprometidos".

JUAN JESÚS AZNÁREZ - Madrid - 23/01/2011